El canadiense Denis Villeneuve dirigió la fantástica Incendies hace unos años. En ella, la búsqueda de identidad familiar de dos hermanos marcaba toda una aventura épica entre continentes y culturas casi opuestas. De alguna manera, el tema de la identidad sigue presente, aunque desde una perspectiva individualizada, en la cautivadora Enemy.
Rodada en una gama cromática densa, una banda sonora protagonista en todo momento que colabora en la sensación de desasosiego y un guión que poco a poco va absorbiendo el oxígeno vital, la película logra atrapar en su tela de araña simbólica sin posibilidad de escape.
El fantástico trabajo doble de Jake Gyllenhaal da consistencia a la peculiar historia que se inicia cuando un gris profesor universitario ve a su supuesto doble en una película de serie B. A partir de ese momento, su vida cambia radicalmente, e inicia una búsqueda personal que le llevará a descubrir otro yo que desconocía.
La historia encaja perfectamente con los tiempos que vivimos, en los que los seres humanos podemos tener varias identidades y podemos ser quien queremos ser en apariencia. Esa teoría que dice que todos los seres humanos tenemos un doble físico en otro lugar de la tierra, se une a la terrorífica realidad virtual en la que estamos unificados en un magma impersonal que acaba con el individualismo que nos identifica. No es extraño que una película que habla de la intersección de estas dos realidades resulte enigmática.
Cierto es que los enigmas que deja sin resolver pueden marcar su recuerdo en el tiempo, ante la opacidad en las respuestas sobre el guión de sus creadores, pero lo que es innegable es la atracción irresistible que produce desde los primeros instantes. Estamos ante una película que se centra en las preguntas y en los nudos, y deja libertad en las respuestas y los desenlaces. Hay que analizarla sin transitar por los caminos habituales de la lógica y la ciencia, dejando paso a la imaginación y a la búsqueda de símbolos que aparecen con los nuevos visionados.
Decir también que aparece Mélanie Laurent, motivo suficiente para ver la película aunque te quedes con cara de interrogante al final.
José Luis Hernández
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